Urbana

A veces decimos no subiremos los impuestos, y los subimos, a veces decimos al día siguiente de llegar al poder se acabará la crisis, y la crisis te acaba a ti, en ocasiones declaramos un amor eterno que dura la fracción de un instante, prometemos aprender inglés y ponernos a régimen y logramos dominar el arte culinario y mantener a raya al bárbaro idioma, pero a veces decimos vamos a dar una vuelta, y la damos. En el sentido estricto. Ya lo pueden ver. Nosotros somos gente seria, no como otros.Ese día España iba a ganar la Eurocopa, iba a demostrar que seremos manirrotos pero no piernitorpes, y que si nos dejan pelas y nos estimulan el punto G del trabajo y de la inversión les dejaremos ganar algún día, pero nos tienen que dejar vivir. Prometemos dejar de construir casas desaforadamente y creer que quien no tiene un Panamera no es de confianza. Juramos a pies juntillas como en el chotis, terminar lo que empezamos y terminarlo bien, sin chapuzas. Por estas, que cobraremos los IBI, el IVA y lo que sea menester a las manos muertas de tanto vivo. Pero dennos un poco de árnica durante unos años y les dejaremos ganar, nos equivocaremos en los pases, engrasaremos los guantes del portero, fingiremos calambres y remataremos en propia meta, pero dennos una oportunidad, que ahora en España todos somos maletillas.Nuestra vuelta al ruedo de alegría preventiva, siguiendo la doctrina G. W. Bush,  comenzó por la Gran Vía, por donde horas más tarde desfilarían los auténticos gladiadores, pero no quisimos mancillar la Cibeles, y con un brusco giro a la izquierda subimos por Hortaleza, lindero del territorio comanche de la gente orgullosa y feliz que terminaban su semana loca. No hizo falta una palmadita en el culo para conectar el Museo Romántico con el Sorolla en un par de pedaladas de amor. Amor y ánimo que nos haría falta para seguir por Orense, Capitán Haya, dejando atrás la plaza de Castilla mirando las 4 Torres, una por cada gol, intimidantes y proféticas. Tras la larga subida, cambiamos de faro y La Paz nos ofreció guía y afortunadamente no cobijo. Cruzamos el Parque Norte y lo enlazamos con el de la Vaguada y el del Cerro Peñabel, para, hartos de tanto bullicio de pájaros y de ramas en ese domingo tan ventoso, buscar las orillas de la M30 y sus estruendos de rodaduras neumáticas. Nos sentimos ricos por un día y nos compramos casa en Puerta de Hierro que vendimos sin plusvalía al dejar el barrio para conectar con nuestra alma mater y debutar en Moncloa. Nadie nos esperaba, vendrían más tarde a mirar el autobús de los héroes ahora que todavía es gratis. Habíamos rodeado Madrid sin haber despertado a nadie. Un plan perfecto de guarda y custodia de nuestros sueños. Solo nos quedaba volver a lo básico, lo que nunca debimos dejar. Y nos fuimos a comprar pan.
Paseo tranquilo para un domingo soleado. Todo tiempo, todo el año, con fotos o con simples recuerdos. Un par de horas tranquilas dando una vuelta por un Madrid encantador.